1 Corintios 1:14.
“Por tanto, amados míos, huid de la idolatría”.
La idolatría según el contexto bíblico se refiere a la adoración de un dios falso o a cualquier cosa que sustituya al Dios verdadero.
La palabra idolatría se obtiene de dos vocablos griegos, el primero es idolon: dios falso; y el vocablo latreia: Adoración o servicio.
En sentido general idolatría es el culto a lo que es tangible y visible, veneración de cualquier cosa creada en lugar de al Creador, el Dios verdadero. El NT amplía el concepto de idolatría para incluir prácticas como la glotonería y actitudes como la codicia o la avaricia.
Idolatría es poner cualquier objeto o sujeto en el lugar que le corresponde única y exclusivamente a Dios. El sujeto puede ser una persona, como es el caso de las costumbres primitivas de dar culto a la personalidad de los líderes políticos como el Faraón o el César o cualquier otro rey.
También el objeto puede ser un animal, o un astro como el sol o la luna, o un lugar especial como una roca o un árbol frondoso o cualquier obra de la mano del hombre como estatuas o pinturas.
En resumen, idolatría es atribuir divinidad a cosas que por naturaleza no lo son y nombrarlas dioses. Pero también idolatría es la adoración del verdadero Dios representándolo con algo material, aun cuando se quiera justificar que es adoración al Dios verdadero.
La idolatría se practicó desde muy temprano en la historia según la biblia. Los antepasados inmediatos de Abraham servían a dioses extraños:
“Y dijo Josué a todo el pueblo: Así dice Jehová, Dios de Israel: Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor; y servían a dioses extraños”. (Josué 24:2)
Muy temprano en la historia del pueblo de Dios, es decir desde los antepasados de Abraham, se practicó la idolatría, no se sabe desde cuando exactamente esta práctica de adoración a dioses extraños inició, pero al menos sabemos que la necesidad que el hombre tiene de Dios es innata. Así que desde tiempos inmemorables el hombre ha buscado a Dios, el libro del Génesis nos dice en el capítulo 4 que desde Caín y Abel, los hombres han buscado el favor de Dios, y al final del mismo capítulo nos dice que desde el primer nieto de Adán y Eva por parte de Set, los hombres comenzaron a invocar el nombre del Dios verdadero.
Pero de los otros descendientes de Adán por parte de Caín, nacieron hombres que edificaron ciudades e inventaron instrumentos y fueron artífices de toda obra de bronce y de hierro.
Más adelante después de la conversión de Abraham de los dioses falsos al Dios verdadero, los patriarcas se dedicaron a adorar al Dios verdadero, pero algunos miembros de su familia fueron influenciados por la idolatría.
“Pero Labán había ido a trasquilar sus ovejas; y Raquel hurtó los ídolos de su padre”. (Génesis 31:19)
La palabra “ídolos” (Del Heb. terafim) generalmente eran pequeñas figurillas humanas hechas de madera, arcilla o metales preciosos, algunas representaban a dioses masculinos, pero la mayoría eran figuras de deidades femeninas que se usaban como dioses familiares y como amuletos protectores. Puesto que la mayoría de estas figurillas representaban diosas desnudas cuyos rasgos sexuales eran bien acentuados, probablemente se pensaba que promovían la fertilidad. Quizá esta sea la razón principal por la que Raquel, que era estéril, las deseaba. Pero existen otras opiniones acerca de la razón por la que Raquel hurtó estas imágenes.
“Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos… Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina que estaba junto a Siquem”. (Génesis 32:2, 4)
Los hijos de Jacob conservaron a dioses extraños como lo hizo Raquel. Pero en este pasaje vemos la estricta reforma que Jacob hizo en su casa, eliminando por completo toda forma de adoración a dioses ajenos y dedicándose él con todos los suyos al servicio del Dios verdadero desde entonces.
Más adelante la biblia muestra que todas las naciones vecinas del antiguo Israel eran idólatras. Los pueblos semitas*que habitaban en la antigua Mesopotamia tenían cada uno sus propios dioses como la antigua babilonia y las ciudades cananeas. Los egipcios adoraban al sol y al río Nilo como fuentes de la vida, así como también veneraban a un buen número de animales que para ellos eran sagrados como: el toro, la vaca, el gato, el cocodrilo, entre otros.
*Semita:
Se refiere a aquellas personas cuya lengua materna es una lengua semita. El término semita hace referencia a los pueblos citados en la biblia descendientes de Sem, primogénito de Noé. En lingüística este
Dios, en su manifestación a los Israelitas después de sacarlos de Egipto donde muchos de ellos se habían también corrompido con la adoración a los ídolos egipcios, fue estricto y claro al advertirles lo siguiente:
“Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego; para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o hembra, figura de animal alguno que está en la tierra, figura de ave alguna alada que vuele por el aire, figura de ningún animal que se arrastre sobre la tierra, figura de pez alguno que haya en el agua debajo de la tierra. No sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas; porque Jehová tu Dios los ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos. Pero a vosotros Jehová os tomó, y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que seáis el pueblo de su heredad como en este día”. (Deuteronomio 4:15-20)
Recuerdas que al principio dijimos que la idolatría también implica adoración al Dios verdadero a través de una vaga e inútil representación material. La advertencia de Moisés al pueblo en este texto confirma que Dios no desea ser adorado por medio de lo material. Pablo dijo a los atenienses que Dios no habita en templos hechos por manos humanas ni es honrado por manos de hombres, Dios no es semejante a oro o plata o piedra o escultura de arte y de imaginación de hombre. (Hch.17:24-29)
Así que por ningún lado es justificable la adoración a Dios a través de imágenes, pues Dios es espíritu y los que le adoran, en espíritu y en verdad deben hacerlo. (Juan 4:24)
El libro del éxodo registra una importante instrucción respecto a la idolatría, en el decálogo dado por Dios a Moisés para Israel, la primera advertencia que Dios hizo al pueblo fue:
“Y habló Dios todas estas palabras, diciendo:
Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.
No tendrás dioses ajenos delante de mí.
No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra,
No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Éxodo 20:1-5)
Esta seria advertencia constituye los dos primeros mandamientos de la ley de Dios a Israel porque Dios sabía que durante Israel estuvo en Egipto se habían contaminado con sus dioses. Así mismo durante su introducción a la tierra prometida Dios les advirtió varias veces que no se contaminaran con los dioses falsos de aquellas naciones, sino que les ordenó destruir tales imágenes y que no hicieran alianza con ellos ni participaran de sus cultos.
Sin embargo, a pesar de que Dios fue claro en su advertencia, el pueblo en repetidas ocasiones cayó en esta práctica abominable.
Uno de los casos más bochornosos ocurrió tan pronto como salieron de Egipto, mientras Moisés había subido al monte para hablar con Dios.
De lo cual el apóstol Pablo nos resume lo siguiente:
“Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar”. (1 Corintios 10:7)
Esta amonestación que Pablo dirige a los corintios, se escribió en el contexto de lo sacrificado a los ídolos. Así que Pablo les exhorta a no caer en el mismo ejemplo de desobediencia.
Los israelitas pronto olvidaron todas las maravillas que Dios les había mostrado cuando los sacó de Egipto. Y a lo largo de toda su historia, los israelitas cayeron constantemente en este pecado y apostataron de su fe.
Durante los jueces el pueblo se corrompió varias veces, los profetas también lidiaron con el pueblo, pues durante los diferentes reyes el pueblo se corrompió yendo tras los dioses de las otras naciones.
“Mi pueblo a su ídolo de madera pregunta, y el leño le responde; porque espíritu de fornicaciones lo hizo errar, y dejaron a su Dios para fornicar”. (Oseas 4:12)
Este es tan solo uno de los cientos de veces que Dios reclama a su pueblo la traición que cometió al haberse ido tras dioses ajenos, lo cual es considerado por Dios mismo como pecado de fornicación o adulterio espiritual.
Dios es celoso de su pueblo y él considera a su pueblo como si fuese su esposa, así que al apartarse ellos para ir tras otros dioses se considera una fornicación espiritual.
“Y los que de vosotros escaparen se acordarán de mí entre las naciones en las cuales serán cautivos; porque yo me quebranté a causa de su corazón fornicario que se apartó de mí, y a causa de sus ojos que fornicaron tras sus ídolos; y se avergonzarán de sí mismos, a causa de los males que hicieron en todas sus abominaciones”.
Así que Dios quebrantó a su pueblo por la recurrente apostasía de ellos y su constante obstinación en servir a los ídolos.
A causa de ello fueron llevados cautivos a Babilonia.
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