La palabra de Dios nos dice en 1 Pedro 5:8, 9.
“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo”.
Queridos hermanos, como todos sabemos, los últimos días han sido días difíciles. Como lo describen algunos textos del nuevo testamento, los días son malos. Hemos tenido noticias de que muchos de nuestros hermanos en todo el mundo han pasado por fuertes momentos de tribulación y eso nos ha motivado a enviarles una palabra de aliento con la única intención de brindar consuelo, esperanza y fortaleza.
Ciertamente los días son malos. La palabra de Dios nos advierte cientos de veces acerca de momentos como este. El mundo está al borde del colapso, ahora mismo estamos siendo amenazados por la muerte y la pestilencia, la escasez, catástrofes naturales y el pecado siempre amenaza con hacernos tropezar. Estas y otras cosas se escuchan como el bramido amenazante del mar y el viento en medio de la tempestad.
El Apóstol Pedro en los versículos que acabamos de leer, nos exhorta a ser sobrios y velar.
La palabra sobrio, que utiliza el apóstol se refiere a estar lúcido, despierto, ser moderados, juiciosos, serios y tener autocontrol o dominio propio.
La palabra sobrio es usada en otros contextos y la mayoría de las veces significa estar libres del efecto de bebidas embriagantes o sustancias que causan estupor (disminución de la actividad de las funciones mentales y físicas y de la capacidad de respuesta a los estímulos).
Por lo tanto, ser sobrios está muy relacionado a la siguiente orden de velar o estar despierto, alerta. Ninguna persona bajo el efecto de estupor o adormecimiento está facultada para velar o estar alerta. Por el contrario, como dice el apóstol Pablo a los tesalonicenses: “los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan”. (1 Tes. 5:7)
En este contexto, el sueño está relacionado con la embriaguez, es decir, una persona embriagada es incapaz de velar o estar despierto. Esta condición de adormecimiento no puede ni debe permanecer en el creyente.
En resumen, son dos cosas las que producen ese estado de estupor en las personas: El pecado y la falsa doctrina. De ambas cosas el cristiano debe cuidarse para no ser adormecido por ellas.
Un cristiano sobrio es aquel que aún reacciona al estímulo de la luz de la palabra de Dios, un creyente cuyos ojos y oídos y todos sus sentidos aún funcionan. Esto es fundamental para mantenerse alerta en espera de la venida del Señor.
La palabra de Dios también nos aconseja cientos de veces respecto a velar. El Señor dijo: “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor”. (Mt. 24:42)
Estar despiertos hasta la venida del Señor es estrictamente necesario. La acción de velar en muchos pasajes está directamente relacionada con la acción de orar, ambas disciplinas nos ayudarán a resistir la tentación, y a permanecer firmes hasta la venida del Señor.
Debe quedar claro para todos que mientras más difíciles sean los tiempos que estemos viviendo, más necesario será mantenernos despiertos, sobrios y velando.
“Los momentos difíciles no deben alejarnos de Dios sino acercarnos más a él”.
Pedro resalta la importancia de ser sobrios y velar, en el hecho de que el adversario que tenemos en común, el diablo, anda como león rugiente buscando a quien devorar.
Nuestro adversario es Satanás. Él es el nuestro acusador ante Dios. Tanto el libro de Job, como la profecía de Zacarías y el libro de Apocalipsis, nos muestran a Satanás en su papel de acusador y adversario de los justos.
- Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella. Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia. (Job. 1:6-11)
- “Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle”. (Zac. 3:1)
- “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”. (Apo. 12:10)
Satanás nos acusa delante de Dios. Él es la parte acusadora de nosotros ante el tribunal de Dios mientras que Cristo es nuestro defensor.
Satanás trabaja sin descansar, se esfuerza arduamente por acumular cargos en contra nuestra, y no descansará hasta devorarnos. Pedro también afirma que él anda alrededor buscando presas, la influencia de Satanás sobre el mundo es grande, él no está sentado esperando que su presa se acerque, sino que él va en busca de la presa, el libro de Job enseña que Satanás continuamente anda rondando por toda la tierra.
Él ruge como León. Él quiere amedrentarnos con su rugido. El ruido de la pestilencia, de la mortandad, de la guerra, de la escasez, del peligro y de la tribulación todo eso no es más que el rugido de Satanás que pretende atemorizarnos.
Satanás nuestro adversario, no contento con vernos caer, no descansará hasta destruirnos por completo, hasta que no podamos reponernos más. Pedro afirma que el objetivo final de Satanás es devorar a su presa, no es solo morder o lesionar o causar un daño irreparable, sino devorar, y para devorar a la presa el león primero la mata, y luego la come rápidamente hasta no dejar más que los huesos.
Así de gráfico es el lenguaje del apóstol en este texto. Así que por ningún motivo debemos de pretender jugar o confiarnos del devorador.
Sumisión a Dios y fe en él.
Pedro nos amonesta en el siguiente versículo diciendo que nuestro deber es resistir firmes en la fe.
La firmeza, la solidez, la dureza de la fe del cristiano representa un fuerte impenetrable para el diablo, Pablo dice que la fe es como un escudo lo suficientemente duro que no permite que los dardos del maligno penetren para dañar al creyente. El deber del creyente es contrarrestar las asechanzas del diablo.
Santiago dice: “Sométanse a Dios, resistan al diablo, y él huirá de ustedes”. (St. 4:7)
El acto de resistir al diablo, no se basa en nuestra propia fuerza. Nadie puede resistir al diablo por su propia fuerza, desde el pecado de Adán, el diablo ha vencido a todos los hombres que se enfrentan a él confiados en su propia justicia. Nuestra resistencia al diablo se basa en dos acciones fundamentales, la primera es nuestra sumisión a Dios y la segunda, nuestra fe en él.
Jesús resistió al tentador en el desierto, sometiéndose a Dios y por la fe en él. Así que no importa que tan débiles seamos nosotros, si nos sometemos a Dios y ponemos toda nuestra fe en él, el diablo saldrá huyendo de nosotros.
Pablo dice:
“Muchas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”. (1 Co. 15:57)
Es Cristo el único que ha vencido, y todo aquel que quiera vencer, debe someterse a él y confiar en él.
El apóstol Pedro nos anima, diciendo que nosotros no estamos solos en esta lucha, que no somos los únicos que estamos padeciendo tribulación. Sino que alrededor del mundo hay más hombres y mujeres que están librando la misma batalla, están padeciendo las mismas cosas, están sufriendo igual que nosotros. ¿Cómo puede esto animarnos?
El propósito de Pedro es hacernos saber que no estamos solos en esta guerra espiritual, tenemos muchos compañeros de lucha alrededor del mundo, no solo la iglesia local sino la iglesia universal. Muchos guerreros y guerreras están pasando al mismo tiempo que nosotros por este campo de batalla, y nos motiva aún más saber que muchos otros ya han pasado a través de este valle de lágrimas y han llegado al destino que Dios nos tiene preparado.
Así cobramos fuerzas y aliento también al recordar tan grande nube de testigos que se mencionan en el libro de los hebreos, los cuales triunfaron en Cristo y ya están descansando y esperando por nosotros.
Sigamos, pues, adelante. Sometámonos siempre a Dios, resistamos al diablo, estando firmes en nuestra fe, y venceremos con Cristo.
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